De embajadores en el « platanal »…

Hablando hace días con un amigo sobre su experiencia de extranjero viviendo en Colombia, pude identificar varios matices en su discurso.

Unos a mi parecer evidentes, aunque algunos de ellos no los haya compartido abiertamente, y otros que él fue argumentando con el tiempo. Algunas de sus opiniones me parecieron ciertas y otras menos, por una simple y sencilla razón, todo depende del lugar del mundo en el que te desarrollas, el sector de la sociedad con el que identificas, el tipo de gente con la que te relacionas.

La mayor parte del tiempo una persona tiene dificultades en leer analíticamente lo que sucede en otra zona del país, la cual no necesariamente conoce, ni le interesa. Por eso generalizar resulta fácil pero es ciertamente un error, sobre todo cuando los conocimientos sobre un lugar se refieren exclusivamente a la opinión de un tercero, o a las últimas vacaciones que pasamos en dicho destino. Sin embargo, muchas personas han utilizado estos limitados conocimientos como pretexto para elegir el nuevo lugar de residencia.

Empecemos por decir que el amigo a quien hago referencia, ha viajado por al menos una decena de países y que ha tenido la posibilidad de vivir por más de dos años en países en vías de desarrollo, cada vez.

Aunque las comparaciones sean odiosas, podría asegurar que las dinámicas de los dos países en desarrollo en los que ha vivido, son similares en términos económicos, sociales y hasta políticos. Cierto, existen diferencias culturales entre los herederos de las grandes culturas precolombinas, y los demás, que no llegamos a alcanzar mucha resonancia en términos arquitectónicos, arqueológicos, astrofísicos, ni gastronómicos.

Lo que me llamó la atención en el discurso de mi amigo, fué la transformación que iba sucediendo en su argumentación, a medida que transcurría su periodo de expatricación, durante el cual nos vimos tres veces. Comenzó por una fase de enamoramiento atípico, o tal vez típico porque tenía una relación sentimental con alguien originario del país; luego se fue transformando en un idilio de esos que llevan a la gente a pensar que se quedará a echar raíces porque ése lugar es « el mejor vividero del mundo ». Sin razón aparente llegó a una etapa en donde el desprecio hacia el lugar y hacia su gente se convirtió en la parte central de todas sus conversaciones subsiguientes.  

Esto inevitablemente me hizo pensar en el libro “Orientalismo” de Edward Said, quien a través de su obra explica como las grandes potencias del siglo XIX se preocuparon por enviar embajadores a oriente, buscando “entender” y por supuesto controlar lo que allí sucedía.

Las cartas intercambiadas, cumplían con la función de informar a los centros de europeos de poder, convirtiendo a esos embajadores en sujetos legítimos para pronunciarse e influir en la toma de decisiones, gracias a su permanencia en dichos territorios.

Pero esa legitimidad creó a su vez una imagen negativa de lo que significa “oriente”, y que se transformó en certeza para muchos, aún en nuestros días. La dominación de occidente sobre oriente ocurrió, en parte, por esa creación diseñada por los embajadores de ese entonces, con todo y lo relativa que pudiera llegar a ser. Oriente no pudo como dice Saïd salir de manera inteligente de esa amalgama que incluso hoy en día continua generado  guerras, persecuciones, masacres, desplazamientos y produce miles de refugiados que van por el mundo buscando un poco de paz.

Ese paralelo entre los “embajadores” y las personas que como mi amigo, quienes por capricho, obligación, o por una combinación de ambas terminan viviendo en países “exóticos”, no me permitió concentrarme en varios días. Quise entender por qué aunque en algunos momentos estaba de acuerdo con su discurso, en otros momentos me parecía que su lectura era completamente errada y por que además, con su intelecto muy « occidental » no permitía que nadie lo contradijese.

Su “saber” como el de los embajadores citados por Saïd, estaba legitimado en su conocimiento real de lo que se conoce como la « in-civilización » y « la in-cultura », del mal llamado tercer mundo. Él y solo él podía ser lo suficientemente crítico como para entender porque en ese espacio geográfico en donde le toco vivir, las personas respondían de manera irracional, poco inteligente, a situaciones que para él eran completamente evidentes.

Incluso en varias oportunidades argumentó que el atraso y la estupidez de los locales, se explicaba por las relaciones de consanguinidad de pueblos que han tenido que vivir aislados por diferentes motivos, pero sobretodo geográficos y por cuenta de un conflicto armado de más de medio siglo.

Sin querer contradecirlo, pensé inmediatamente en las aristocracias europeas y en los lazos de consanguinidad de todos esos nobles que gobernaron el mundo durante siglos, y no pude evitar sonreír al pensar que su tradición, sus costumbres y su estupidez, también se explicaban por las mismas razones.

Comparar lo comparable es algo que cada quien debería tener en mente cuando decide visitar otro sitio del planeta. Vale más evitar evocar similitudes que no tienen lugar, cuando la historia de lo que se pretende comparar dista tanto de otra. Además siempre es util recordar que el saber universal no proviene exclusivamente de una zona del planeta. Esto último es algo que deberían tener en cuenta todos los “embajadores”.

Publié par Mi vida en cuatro tiempos

Escribo para responder a la necesidad creativa de compartir reflexiones, aventuras y algunas historias personales. J'écris pour exprimer plein d'idées ou de réflexions qu’occupent ma tête quotidiennement. Ce Blog contient aussi quelques histoires personnelles.

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