Machismo ramplón,mini-machismos y el machismo cotidiano

Marcha del 8M 2020 en París

Reflexiones con ocasión del día internacional de los derechos de las mujeres. 08/03/2020

Cada año con ocasión al día internacional de los derechos de las mujeres, sobreviene la pregunta sobre si el machismo sigue vivo.

En los medios de comunicación tradicionales, así como en las redes sociales se fomenta el debate entre machismo y feminismo, pero sin explicar que significan cada uno de esos términos en la vida de todos los días.

Sin dar más largas y para zanjar la discusión, los mismos que se presentan bajo el rol de moderadores, terminan recurriendo a lugares comunes que hacen referencia a los « roles » de la mujer: sobretodo en los de madre, hermana, amiga y colega. En el peor de los casos el debate puede terminar, incluso utilizando comentarios machistas o cortando la palabra a las colegas, para darle paso a temas de mayor relevancia.

En emisoras de “opinión” muy escuchadas no solo por los líderes del país de dónde provengo, sino por todo tipo de personas que se conectan a través de diversas platafornas disponibles en la red; los perodistas se atreven a lanzar preguntas tan obvias que parecen ofensivas.

Ejemplo de ello fué la pregunta : ¿Cree usted que en Colombia existe y persiste el machismo? Cual habrá sido mi sorpresa al escuchar a varias mujeres decir que ellas nunca habían experimentado el machismo en sus vidas, y si acaso les parecía que alguna mujer de su entorno lo hubiese vivido.

Es responsable llamar o escribir comentarios de ésta indole cuando justamente en un país como Colombia en dónde sólo durante el año 2019 se cometieron 571 feminicidios, y en lo que lleva corrido del 2020, ya van 130. (Cifras del observatorio de feminicidios Colombia) http://observatoriofeminicidioscolombia.org/index.php/seguimiento

Si el alto numéro de feminicidios no considera al machismo como su causa principal, entonces quiere decir que las mujeres en Colombia no entienden lo que significa. A lo mejor porque el machismo es tan ramplón que escuchar a las mujeres discutir con argumentos machistas duele.

El machismo está tan normalizado en la sociedad colombiana que algunas mujeres afirman nunca haberlo padecido. Si empezara por citar los ejemplos de lo que yo he experimentado en mis 38 años como mujer, me puedo quedar escribiendo por horas, describiendo cada vez que tuve que hacerle frennte a un propósito machista, a una agresión verbal, a una agresion física y hasta a la violencia psicológica.

No poder practicar un deporte porque éste es « exclusivamente » para niños, esencializar el rol de la mujer al de madre, esposa, amante heterosexual, buena hermana y buena hija, hacen parte justamente de las barreras impuestas por una sociedad patriarcado, que no está dispuesta a reconocer a las mujeres si éstas no se ajustan a los valores y comportamientos asimilados como « el deber ser »

Hace menos de una semana con ocasión de  una demanda presentada ante la Corte Constitucional que pretendía echar abajo el aborto en Colombia; incluidas las tres excepciones bajo las que actualmente se puede realizar; escuchaba a hombres y mujeres dando argumentos del siglo XVIII como si la sociedad no hubiese evolucionado lo suficiente, para que las mujeres decidan libremente sobre lo que quieren o no hacer con sus cuerpos.

A la mujer, la única capaz de parir se le pide que tenga en cuenta la opinión de terceros frente a su decisión de asumir o no la maternidad, en el caso que sea. Su condición física, moral, mental, social, económica, nunca es valorada. Los demás miembros de la sociedad se constituyen como jueces de todas las mujeres, como si fuésemos todas iguales, por hecho de compartir el género y en ese sentido, incapaces de reflexionar y de decidir. Individuos que bajo esa lógica patriarcal necesitamos permanentemente la protección de un hombre para poder actuar, sin miedo a equivocanos.

Es doloroso cuando los micro-machismos y la violencia hacia las mujeres son tan recurrentes que se normalizan y a estas alturas no tengo claro que existan políticas públicas destinadas a atacar un flagelo de vieja data, pero que parece nuevo, sólo por la resonancia que adquiere, gracias a la información publicada a través de las redes sociales.

Desde temprana edad entendí que por ser niña y luego mujer mi integridad física podía estar en riesgo todos los días de mi vida. Por el hecho de ser mujer mis padres quisieron protegerme enviándome a una escuela femenina, en donde por supuesto abundaban las mujeres, pero no por eso había progresistas en las filas. Era más bien una escuela regresiva, confesional y por supuesto limitada en términos de libertades individuales, sobre todo para las mujeres. Este tipo de escuelas son el lugar ideal para perpetuar el machismo, porque la mujer debe ajustarse a unos cánones dictados por los hombres, y en éste caso por los de la Santa Iglesia católica, apostólica y romana.

Por supuesto que no se podía esperar menos de una escuela en donde quienes tenían el mando, obedecían a su vez a los designios de una iglesia que a su vez les impone comportamientos y limita el rol de las mujeres.

Me castigaron muchas veces por pensar diferente y le rogué a mi madre sacarme de un lugar que durannte toda la adolescencia me parecío una cárcel para mi desarrollo personal. Sin embargo, ella siempre hubo una excusa para no responder a mi demanda, tal vez por razones prácticas, financieras o simplemente por evitar que me embarazara rápidamente y a lo mejor comprometiera mi futuro.

Mis padres a diferencia de otros que conozco siempre quisieron que mi hermana y yo estudiáramos, que fuésemos mujeres competentes, independientes y capaces de afrontar un mundo hostil. Sin embargo, entre el discurso y los hechos existe una gran diferencia. La capacidad de decidir sobre mi vida y mi cuerpo no eran mías, o si lo eran, estaban ligadas a un control paternal o maternal del asunto.

Por más de que fuésemos adultas mayores, el peso del qué dirán, siempre ha sido fuerte. Si las niñas o las mujeres son esto y aquello podrían de alguna manera, sentirse culpables por haber realizado una mala crianza. Tal vez es difícil no entender las posiciones de dos hijas a las quisieron criar con una libertad restringida y encontrarse algunos años después frente a argumentos y comportamientos que ellos consideran extremos.  

Por eso tal vez nunca he abierto mi cuaderno de aventuras a ninguno de mis padres, en primer lugar porque hace parte de mi vida privada, y en segundo porque su “progresismo” no les alcanza para entender que una mujer puede por ejemplo cambiar de compañero cuando se le antoje y eso no la convierte en una cualquiera.

¿Por qué a un hombre no se le cuestiona sobre el número de compañeras que tiene durante el curso de la vida? En una sociedad igualitaria, esto no debería causar sensación, si a quien se hace referencia es a una mujer.

Y que decir del acoso callejero, en donde poco importa la apariencia porque siempre habrá alguien abusivo, agresivo e invasivo que considere que puede decir y hacer lo que desee con una niña, o con una mujer. La cosificación de la que somos VICTIMAS es brutal y es permanente.

Cuando alguien te trata como una COSA cree que le perteneces y eso le da derecho a hacer con esa COSA lo que se le antoje, desde agredirla física o mentalmente, hasta quitarle la vida. Cuando se es una COSA se pierde la calidad humana y por consiguiente la capacidad de reclamar los derechos fundamentales del ser.

La violencia de género se vive todos los días en el hogar, en el espacio público, en colegios, universidades y empresas. Es imposible que alguien diga en Colombia que en ninguno de esos espacios ha sentido, por lo menos una vez en la vida, el machismo en su versión micro y/o en su versión macro.

Me parece imposible que las personas que afirman no haber sido víctimas omitan la ridiculización que sufren las mujeres cuando osan tomar la palabra en público, o incluso en privado en entornos de amigos, que abiertamente se burlan de su manera de pensar, o se le manda a callar. Qué decir de las palabras peyorativas que siempre tienen una connotación femenina: perra, puta, histérica, loca.  ¿Cómo es posible que el libertinaje sólo tenga un sentido realmente negativo cuando se refiere a una mujer? Un hombre rara vez es considerado como libertino, él solo es libre.

El machismo está presente en casi cada familia colombiana, en mi caso por ejemplo puedo empezar citando la violencia física, económica y mental sufrida por mi abuela a manos de mi abuelo. Una violencia que solo cesó cuando los hijos (todos hombres) habían crecido lo suficiente para hacerle frente a otro hombre. Ella mujer aguerrida, sin formación académica, ni profesional, utilizó las pocas herramientas de las que disponía para sacar adelante una decena de hijos, porque ni planificar podía.

Esa mujer golpeada, humillada y seguramente violada cientos de veces por su marido, a quien la ley y el Dios en el que creía protegían, nunca fue cuestionado, juzgado o castigado por sus abusos. Es más, ella nunca pudo deshacerse de él. En la casa en donde mi padre y mis tíos crecieron, estuvo viviendo hasta su último día de vida el más macho de los machos, el proveedor eventual, el infiel consagrado, el verdugo profesional.

Los mismos hijos, esos que alguna vez se enfrentaron a él debido al maltrato del que era VICTIMA la madre, lo llevaron de vuelta a casa, aún después de haberlos dejado en la ruina y de haber sido no solo un pésimo padre, sino un vil marido.  La independencia económica de la que gozó la abuela gracias a sus sacrificios y a su trabajo, no fue suficiente para echar de su vida al verdugo que la acompañaría toda la vida, como se lo dijo el cura, hasta que la muerte los separara.

Tengo la fortuna de no haber asistido a ese tipo de violencia física, ni verbal, ni económica, ni moral en la casa en la que crecí. Pero si tuve que hacerle frente en el paradero del bus de la escuela por donde cualquier pervertido que quisiese hacer su show se sentía en libertad de venir a masturbarse e incluso seguir el bus, confiando en que alguna niña pudiese asistir a su performance.

O como el tipo que me perseguía en bicicleta todas las tardes esperando a ver si podía levantarme la falda, que por obligación tenía que portar como uniforme, para pellizcarme las piernas o las nalgas. Nada más horrible que tener 15 años y sentir que no puedes estar sola en el espacio público, siquiera a las cuatro de la tarde.

Más tarde, en las fiestas y en los bares, habría siempre algún pesado incapaz de entender que no tenía por qué aceptar sus invitaciones o siquiera hablar con él. Con los amigos del género opuesto también pasan cosas desagradables, algunos aprovechan situaciones sentimentales para proponer caricias y besos no pedidos, y en otros casos pueden incluso llegar a abusar físicamente de las amigas, si estas se encuentran bajo la influencia de alguna sustancia.

Llegar a un entorno laboral y que de entrada te digan que la disciplina que escogiste solo la podrás poner en práctica en la cocina, dice mucho de una sociedad que no soporta que una mujer diga que no o que haga preguntas incomodas. Sobresalir en el trabajo es motivo de habladurías, tener buenas relaciones con los colegas del sexo opuesto es ser fácil, mantener a raya los avances del colega o del jefe es ser frígida y en el “mejor” de los casos éstas prácticas terminan constituyéndose como acoso laboral.

Es difícil que el trabajo de las mujeres sea valorizado por los hombres y también por otras mujeres, que resultan a veces tan o más machistas que los mismos hombres. El feminismo además se percibe como una plaga y las militantes como machorras, lesbianas que odian a los hombres y que pretender estar por encima de a ellos.

Primero nunca entendí el concepto de machorra. Comportarse como un hombre según suelen decir, pero eso ¿qué significa? ¿Acaso las mujeres tenemos vetados ciertos juegos, tareas, disciplinas? ¿No nos puede gustar el futbol o el béisbol o el automovilismo porque dejamos de ser mujeres?

En cuanto a la orientación sexual, no entiendo realmente que tiene que ver una cosa con la otra, ¿ser feminista es igual a ser lesbiana? Por encima de todo creo que la orientación sexual no tiene por qué ser motivo de comentarios, ni de opiniones, ser heterosexual o LGBTIQ no nos hace mejores personas. Deberíamos sentirnos privilegiados de encontrar una persona a quien amar y que esa persona responda con amor. Si es hombre o mujer o intersexo es irrelevante. Tal vez haya lesbianas machistas, así como hombres feministas, en fin, esencializar a las lesbianas de nuevo como si fueran un grupo homogéneo es recaer en el mismo ejercicio de poner a todas las mujeres o a todos los hombres en un mismo saco, sin que las diferencias cuenten.

Por ultimo quien no haya entendido que el origen del feminismo se fundamenta en el reconocimiento de las mujeres como individuos y como seres iguales, no ha entendido nada. El feminismo no nace para eliminar a los hombres de la ecuación, nace para que los hombres entiendan que también hacemos parte de la ecuación, que queremos tener no solo en el papel, sino en la práctica, los mismos derechos, los mismos deberes, las mismas obligaciones.

No se trata de igualarse por lo alto, pues cada persona, cada ser es diferente. Se trata de entender que como individuos sin importar el género, la orientación sexual, el nivel económico, social, educativo, “racial”, hacemos parte de una sociedad que debería garantizar a todos sus miembros las mismas posibilidades de desarrollo, de decisión y de acción.

Ahora que vivo otro país en donde también el machismo está muy presente, pero por ser europeo tal vez sea menos ramplón, entiendo que el machismo en un sistema de valores que es difícil desmontar, pero que es posible confrontar sin miedo a perderlo todo. En éste país en el que ahora transcurre mi vida, he sido sensibilizada a la importancia del lenguaje inclusivo, así tenga detractores y sea objeto de burla. Es simple, lo que no se nombra, no existe.

Miles de mujeres en el mundo y un puñado de hombres han luchado para que las mujeres podamos abrir algunas puertas y logremos ser aceptadas en nuestras sociedades como iguales. Miles de mujeres han muerto y seguirán siendo víctimas de hombres que no soportan que el equilibrio de fuerzas sea distinto. Miles de mujeres seguirán defendiendo un sistema patriarcal y arcaico, afirmando que no sirve de nada victimizarse para salir de él.

Si no entendemos que millones de mujeres son eso: victimas y que el sistema opresivo no les permite salir de esa posición, no estamos entiendo que más que el poder de la mente, lo que necesitamos es el poder de la ley, que tanto en lo teórico como en lo practico nos garantice nuestros derechos fundamentales y ser nos permita decidir sin excepciones sobre nuestros cuerpos y sobre nuestras vidas.

Paradójicamente de las víctimas se espera silencio, o se les manda a callar, renunciar a su posición para evitar las preguntas incomodas sobre quiénes son los victimarios, para resolver en qué fallo el sistema.  El estatuto de victima incomoda por igual a hombres y a mujeres. Lo trágico de nuestra sociedad es que muchos y muchas quieren seguir cerrando los ojos y continuar minimizando a las víctimas de un sistema perverso en el que fallan los mecanismos de protección y de justicia. Por eso cientos de feminicidios y otros delitos contra las mujeres quedan en la impunidad, o son reducidos a otro tipo de delitos menores.

¿Por qué aunque emancipadas nos cuesta tanto encarar a cualquiera que ponga en duda nuestros razonamientos, nuestros derechos o a quien pretenda ridiculizar nuestras opiniones? ¿Hasta cuándo tendremos que soportar que nuestros cuerpos, nuestra manera de vestir, de hablar, de bailar, sigan siendo considerados como invitaciones expresas de atracción al sexo opuesto y terminen en tocamientos, violaciones y asesinatos? ¿Hasta cuándo otras mujeres seguirán utilizando el discurso machista y pronunciando el lamentable “eso le pasa por… buscona”?

Solo imaginen la situación contraria y piensen si realmente ese deseo animal es irreprimible, primario, o es sólo esa una excusa más para no responder por tan abominables actos.  Cabe decir que hasta los machos del reino animal, aun los más salvajes, se alejan cuando las hembras se niegan a la reproducción. ¿Qué justifica entonces que los machos de la especie Homo Sapiens no tengan la capacidad de entender un NO cómo respuesta?

Tengo claro de que si decido compartir éste texto, corro el riesgo de que alguien pueda considerar mi manera de pensar como el de una extremista o peor, como el de una “femi-nazi”. Esta ultima una deprimente combinación de palabras que poco o nada tienen que ver el feminismo, ni con los feminicidios, ni con las víctimas de nazismo.

Habrá quienes piensen que estas opiniones solo pueden salir de la mente de una frígida, o que me falta sexo o que seguro odio a los hombres y a lo mejor soy lesbiana.

No, solo soy una mujer que está convencida de que estar en un pie de igualdad con su compañero(a) de vida es absolutamente normal. Disfruto que me vean y me traten como su igual, respeten mis ideas, mis decisiones, y que el ser con quien comparto mi vida esté en capacidad de escuchar y  respetar un simple NO.  

La persona con la que vivo mis días es mi fan número uno, se siente orgulloso de mis éxitos y me acompaña en mis fracasos. Junto a mí se reconoció feminista y aprende sobre estudios de género. Sabe y entiende que somos seres iguales y libres, más allá de un compromiso que se inició frente a un notario, pero que perfectamente puede terminar delante de un juez. No somos el uno del otro, ni nos pertenecemos porque no somos cosas.

Tengo claro que no todos los hombres son malos, que no todos los hombres son abusivos, habrá algunos que digan que no son machistas, y seguramente otros también dirán que han sido víctimas de violencia por parte de las mujeres. No dudo que eso sea posible, pero en una sociedad igualitaria no estaríamos hablando de feminicidios: privación de la vida de una mujer en razón a su género. No podemos seguir negando que la violencia hacia las mujeres en un continente como América es el más alto del mundo, y que esa violencia no proviene de mujeres que atentan contra otras mujeres.

Más allá de tratar de esconder el sol con los dedos, debería cada uno hacer una introspección y darse cuenta como en el lenguaje y en sus actos cotidianos moviliza el machismo. Cómo cada uno decide tomar una posición y confrontar, incluso en el entorno familiar, estudiantil, laboral y social los micro-machismos.

Deberíamos estar reflexionando en cómo quienes tienen la capacidad de tomar decisiones de tipo legal, judicial, policial se forman en temas de género, para evitar la re victimización de las personas que se atreven a denunciar a sus agresores.  Deberíamos evaluar los sistemas de alertas tempranas, de protección a las víctimas, revaluar las penas de los agresores, estimar por qué existe tanta impunidad y proponer los correctivos necesarios.

Puede que haya algunos cambios en los años venideros, pero tengo mucho más claro que la lucha de las mujeres por el reconocimiento, por el respeto de sus derechos y la igualdad, debe ser continua. Si creemos que hemos conseguido mucho, no olvidemos que un revés legal, el fin de una amarga guerra o el comienzo de un nuevo sistema político, puede quitarnos todo lo que hemos alcanzado. Que no se nos olvide mujeres que hace 100 años no podíamos educarnos en una universidad, ni disponer de nuestro salario ( si es que nuestro trabajo era reconocido como tal), tampoco podíamos ni votar, ni hacernos elegir y mucho menos decidir si queríamos ser madres o cuantos hijos queríamos tener.

Publié par Mi vida en cuatro tiempos

Escribo para responder a la necesidad creativa de compartir reflexiones, aventuras y algunas historias personales. J'écris pour exprimer plein d'idées ou de réflexions qu’occupent ma tête quotidiennement. Ce Blog contient aussi quelques histoires personnelles.

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