Recordándote … Mi ciclo de viajes en el tiempo

Anoche después de varios meses volví a verte, volví a soñar contigo. En este sueño, también estaban otras personas que como tú se han ido.

Ahora que otra de mis amigas padece la misma enfermedad que tú, tengo miedo de perderla también. Aunque ella y yo ya no compartimos el mismo país, mi relación con ella continua, tratamos de vernos cada dos años. Mi relación con ella me hacía recordar la que teníamos las dos porque soy diez años mayor que ella, como tú lo eras cuando nos conocimos.

Muchas veces, me sentí en el mismo lugar que tú, orientándola sobre ciertas cosas de la vida, a través de mis ejemplos, escuchando sus historias y sus dolores, aunque ella es mucho más fuerte que yo, más madura de lo que yo. Incluso cuando nos conocimos, ella ya era mucho más independiente y por supuesto mucho más valiente para luchar por sus sueños.

Para el momento en que tú y yo nos conocimos, no recuerdo haber tenido sueños, no sé si es porque nunca los he tenido o si es que alguna vez al decirlos en voz alta alguien hizo un comentario que me hiciera sentir vergüenza de llevarlos a cabo. Tal vez nunca me he permitido soñar.

Sé que en algún momento solo quería vivir el amor, sentirlo y tú estuviste ahí para ayudarme con tus consejos a perseverar en ese amor que siempre fue imposible. Estuviste ahí para prevenirme de tantas cosas que yo ignoraba y que me tomó años reconocer, entender y dejar ir.

Recuerdo una de las últimas veces en que nos vimos, cuando te anuncié que había conocido a alguien que creía era el elegido. Me pareció verte sonreír con los ojos llenos de esperanza y la sonrisa dulce, la de alguien que en realidad se alegra de la felicidad ajena. Pero también recuerdo los charcos que se hicieron en tus ojos, la enfermedad te había vuelto a golpear, después de casi cinco años de batallar contra ella.

Yo no sabría sino hasta tiempo después de tu partida que estabas saliendo con alguien, nunca supe quién era, ni por cuanto tiempo estuvieron juntos. Es cierto que después de tu recuperación y de tu regreso al trabajo no tuvimos muchas oportunidades para compartir. Sé que en esas últimas semanas te acercaste más de aquella persona sobre la que siempre tuviste un manto de duda, y de la cual me previniste tantas veces. No quise juzgar tu elección, creo que al final, las circunstancias solo hicieron que cada una de nosotras fuera más o menos coherente con lo que pensaba y con lo que hacía.

Sé que durante tu último año de vida, estuve inmersa en una relación que incomodaba a muchos de mis amigos y que perdí contacto con varios que se rehusaron a callar sobre mi comportamiento, o que simplemente lo consideraron reprobable y simplemente se alejaron. No los culpo, era una situación desagradable para cualquier amigo que se interesase en mi futuro.

Sé que pocas veces me confiaste lo que sentías, nunca te vi realmente derrotada por tantas cosas que te pasaron en la vida, excepto por todo el proceso de tu enfermedad. Me permitiste acompañarte en buena parte de esa lucha y te agradezco por habérmelo permitido. Fue una oportunidad de crecer, de ver el dolor de cerca, de entender que la vida es frágil a cualquier edad y que incluso una guerrera como tú lo fuiste, puede sucumbir en cualquier momento y pedir que la muerte venga a terminar con un sufrimiento que se ha prolongado ya por mucho tiempo.

La última vez que te vi, sentí el cansancio en tu cuerpo, era más que evidente en tus palabras, en tus deseos. Ese día me dijiste que te querías ir, no dije nada. No tenía derecho a decirte que no pensaras en ello, ni de animarte a luchar, viéndote en una situación tan difícil y en una agonía tan larga.

Creo que tu tenías claro que el fin había llegado y quisiste decirlo fuerte y claro, fiel a tu manera de hacer las cosas.

Siempre voy a recordar el momento en que me llamaron a anunciarme tu partida. No había querido ir a verte porque sabía que estabas harta y me había propuesto llamarte al día siguiente para saber si querías recibirme.

Cuando la noticia llegó, no reaccioné, di las gracias y colgué.  

No lloré. En ese momento con la cabeza ardiendo y el corazón a mil, sentí que se me abría un hoyo en el estómago. Hoy sin embargo, al recordar ese penoso anuncio siento el dolor de nuevo,  regresa el llanto y saboreo la rabia de no haber estado más presente, de no haber compartido más, de no haberte preguntado más, de no tenerte más. Aquel día pasaron dos horas antes de mostrar una reacción externa, lloré por horas hasta que mis ojos se secaron.

Recuerdo tu voz, nuestras eternas conversaciones telefónicas casi hasta media noche cuando se acababa la serie que nos conectaba y luego ponernos a recordar los detalles de historias y de salidas pasadas. Recuerdo las reuniones de estudio y de rumba en tu apartamento, tu paciencia y tu franqueza para con los demás.  Te recuerdo inteligente y dedicada, también lo celosa con todo lo que tocara a tu entorno familiar.

Pero a eso también me dejaste acceder. Llegar al hogar de tus padres crear una relación con ellos.

Fue difícil verlos después de tu partida, conservé a tu madre en mis contactos, incluso la llamé cuando un año después me informaron sobre la muerte de tu hermano. Sé que mi voz y mis preguntas pudieron ser incomodas ellos, a lo mejor porque hablar conmigo evocaba muchos recuerdos dolorosos para ellos.

Cada vez que nos volvemos a encontrar en el mundo de los sueños, estas viva, siempre activa, estamos haciendo lo que solíamos hacer juntas o con nuestro grupo de amigos. Paradójicamente, durante ese viaje siempre tengo consciencia de que estas enferma y de que pronto ya no podremos hacer todas esas cosas; porque no tendrás la energía para hacerlas y luego porque te habrás ido. En el mundo de los sueños sé que sigues viva, sé que sigues siendo mi amiga y que sigues vigilando de cerca o de lejos mi camino.

Te extraño mucho y no sé cómo hacer tu duelo, no sé cómo hablar contigo. A veces escucho canciones, oigo sonidos, pienso en cosas que me recuerdan que ya no estás para compartirlo juntas. Guardo en mi mente muchos detalles de la disposición y decoración de tu apartamento de soltera, de la casa de tus padres en Bogotá y hasta de la casa de verano que tenían en el este del país.

Antes de irme de Colombia, recuerdo haber ido a casa de tu hermano mayor, ver a tus padres y  presentarles a mi compañero de vida. Qué gusto me dio verlos y contarles nuestros planes, fue difícil, pero igual esa fue la última vez que los vi vivos y sonrientes.

Hoy tengo la impresión de repetir un camino similar, pero lo difícil es que no puedo estar con una amiga querida que está en tu situación. Nos separan millones de kilómetros, una diferencia horaria de 8 horas, una pandemia y el hecho de no estar presente en la familia de la otra persona; de no hacer parte de un círculo cercano al que le puedan decir la realidad del momento.

No me atrevo a hacer nada, tengo miedo de preguntar, le dejo mensajes que no me contesta, le doy tiempo de asimilar, de entender lo que le pasa, de la lucha que va a tener que dar, pero no voy a poder estar con ella, como me dejaste estar contigo. Tengo miedo a perderla y enterarme de última, tengo miedo de que se sienta sola y no pueda expresar su rabia, su desconcierto, su pena, su hartazgo.

No sé qué vaya a pasar, pero lo único que sé es que extraño que no estés aquí, que no tengas una frase para componer el momento, un consejo sincero para hacerme reflexionar, una propuesta para salir a tomar algo y no pensar más en lo que me duele, en lo que me hace tanto mal. No sé cómo hacer cuando las personas que quiero ya no están. Sería más fácil si en un sueño me cuentas como hacer, o si en un sueño me dices que sigues aquí acompañándome. No creer en nada espiritual no me permite pensar en ángeles, ni tampoco en que nos volveremos a encontrar. Tal vez eso sea lo más difícil de perder a alguien tan especial.

Publié par Mi vida en cuatro tiempos

Escribo para responder a la necesidad creativa de compartir reflexiones, aventuras y algunas historias personales. J'écris pour exprimer plein d'idées ou de réflexions qu’occupent ma tête quotidiennement. Ce Blog contient aussi quelques histoires personnelles.

3 commentaires sur « Recordándote … Mi ciclo de viajes en el tiempo »

  1. Reconozco que leí tu entrada y solté un par de lágrimas, no te conozco de nada, ni conocí jamás a esa amiga tan especial, pero sin lugar a dudas, su historia me conmovió. Que difícil debió ser, pero por alguna razón, es como si ella continuara acompañando todo el tiempo, y la manera en que se acerca a ti, es a través de los sueños. Un abrazo muy grande desde México, espero que la situación de la pandemia acabe pronto y puedas visitar a esa otra amistad que quieres. Muchos besos linda!

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