« Revolcar muertos »: la mejor manera de traer de vuelta la tusa, el rechazo y las relaciones tóxicas

Todos hemos pasado por una tusa: el dolor que acompaña el fin de una relación sentimental del tipo que sea clásica o más bien de carácter sexual.

La tusa es un conjunto de sentimientos como el dolor, la impotencia, la rabia y la necesidad absoluta de retomar contacto con el otro. Todo esto se presenta durante un periodo de tiempo que puede ser realmente largo y que en últimas lo que tiene de fondo es negarse a creer que la historia llegó a su fin.

A veces, fieles a la expresión « un clavo saca otro clavo », emprendemos nuevas relaciones o aventuras para “olvidar”, “remplazar”, “sentirnos menos solos”, “vengarnos de” (como si a nuestra antigua pareja le importaran en algo nuestras nuevas decisiones), o simplemente “dejar de pensar en él o en ella”. Para salir del dolor profundo, también recurrimos a los excesos de sustancias licitas o no, de sexo, o decidimos formatear nuestro estilo de vida, incluso abandonar la vida misma.

La tusa es un lastre que tarde o temprano se hace más fino y se pierde en el tiempo, aunque el dolor y las frustraciones sigan almacenadas y sin tratar en alguna parte del cerebro o del corazón. En Colombia tenemos una expresión a partir de la cual todo lo que alguna vez quisimos y sentimos vuelve a la superficie, a ese fenómeno se le llama “revolcar muertos” y eso es algo en lo que algunas personas son expertas.  

« Revolcar muertos » trae consecuencias que en primer momento no se calculan. Revolver las heridas a medio cerrar e infectadas, para frotarlas con un poco de limón, no trae siempre los resultados esperados. Pueda que después de la tusa hayamos hecho una introspección sobre lo que hicimos mal, lo que aprendimos de la relación que tuvimos, que ése tránsito nos haya permitido corregir algunos comportamientos sistemáticos y nocivos para nosotros mismos y consecuentemente para nuestras nuevas parejas.

Pero traer todo de vuelta nos conecta con ese yo de hace meses o años, con ese yo que sufría por otras razones, con ese yo que sí era más frágil y que de nuevo tiene miedo al rechazo.

La mayor parte del tiempo quien desentierra al muerto es quien sufrió, quien estuvo la mayor parte del tiempo en el rol del dominado, quien algunas veces suplicó por volver, quien estuvo esperando por meses y tal vez por años a que la persona que amaba y deseaba regresara por su propia cuenta.

Claro que hay muchos muertos que retoman contacto por si solos, como fantasmas que rondan por ahí, pero a veces es porque solo les interesa tener buena consciencia y ver si a pesar de la “tara” que nos dejaron, ahora volvimos a ser normales. Otros muertos, tienen la intención de saber si estás listo(a) para volver al pasado, pero si sucumbes, solo les alimentas el ego, y vuelves a estar en una posición de desventaja.

Pensar con el deseo es lo que hemos hecho muchos de nosotros, esperando que el tiempo, la distancia y los años hagan lo suyo y que le hayan dado a ese otro la sabiduría de lastimar menos y de ser mejor persona. Mientras pruebas nuevamente si tu formulación es correcta, te puedes ir preparando de paso para el nuevo rechazo y para vivir la tusa versión 2.0.

Las relaciones toxicas traen eso, un continuo empezar-terminar; uno que cada vez es peor que el anterior. El nivel de agresividad aumenta, el de dolor, la rabia y el resentimiento también. En general la relación toxica “nace” muerta, ni siquiera tiene fecha de caducidad porque es el resultado de un juego peligroso, pero excitante.

Cuando ésta comienza uno de los dos participantes suele anunciar reglas que el otro tácitamente termina por aceptar y voluntariamente participa en un coqueteo inicial que los lleva mucho más lejos.

Lo peor ocurre cuando una de las partes se enamora de una persona ambigua, de una persona con la que siendo racional jamás se hubiese metido. El azar, la vida o simplemente estar en el lugar equivocado o sin rumbo hacen que nos lancemos al vacío sin medir riesgos, sin analizar situaciones, ni calcular las consecuencias de lo que hacemos.

Las relaciones son toxicas porque son destructivas. Después de los momentos de euforia, vienen los actos de automutilación y/o las estratagemas para destruir al otro. Los comentarios mezquinos y humillantes, las mentiras, la frialdad, el control del otro, toda una violencia que a veces llega a un punto difícil de soportar.

El vacío se hace cada vez mayor, cada vez que la relación se quiebra y la espiral en la que estamos inmersos parece no tener final. El sexo solo viene a reunir a dos personas que jamás debieron estar juntas.

Pero como siempre, esos rencuentros son los mejores y nos quedamos esperando que el resto se componga por arte de magia y nos instalamos en una nueva situación de desvalorización y de dependencia emocional.

Las relaciones toxicas nos marcan y mucho, pero se puede salir de ellas cuando estamos listos para dejar de castigarnos, cuando entendemos que no le pertenecemos a nadie o que nadie nos pertenece; cuando estamos listos para hacer concesiones consigo mismos para avanzar hacia otra cosa, cuando los años nos permiten perdonar al otro y a sí mismos por los excesos y por todo el daño ocasionado.

Es posible salir de relaciones toxicas, eso claro, si evitamos estar « revolcando muertos » para deshacernos del aburrimiento o de la soledad pasajera.

Publié par Mi vida en cuatro tiempos

Escribo para responder a la necesidad creativa de compartir reflexiones, aventuras y algunas historias personales. J'écris pour exprimer plein d'idées ou de réflexions qu’occupent ma tête quotidiennement. Ce Blog contient aussi quelques histoires personnelles.

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