BITACORA: Descubriendo Sudáfrica, la nación arcoíris

Este destino es de muchas maneras un viaje a mil lugares. Una experiencia que parece lejana pues existe en nuestro imaginario la idea de que financieramente puede ser oneroso, pero también en términos de tiempo, se necesitan al menos quince días para para rentabilizar una distancia tan larga.

Fui lo más al sur de un continente al que muchos temen ir, a un lugar que ha estado en las noticias por hechos atroces, pero también por figuras monumentales que han definido e inspirado a personas y a pueblos enteros: Sudáfrica.

En la necesidad de hacer maletas e ir a respirar otro aire, de aprovechar de un poco de calor antes de que el invierno se instalara, un amigo que había visitado ese país meses atrás, terminó por reafirmar que ese era un destino maravilloso.

En general, muchos de nosotros pensamos en África como en un documental de Discovery Channel donde los animales corren libremente por las sabanas. Pensamos en los grandes parques naturales y obviamente en la situación de pobreza de los habitantes, en las hambrunas, en las guerras civiles y hasta en el tráfico de especies.

Pocos somos conscientes que las otras riquezas: las del oro, los diamantes, el carbón, el coltan, el níquel, el cobre, la bauxita, el uranio, el petróleo, el gas y el carbón, son recursos naturales que por siglos han salido de África, provocado un pillaje sostenido en el tiempo, que solo ha enriquecido a un puñado de personas, algunas locales y otras extranjeras.

Esta no era mi primera visita de un país africano, pero si el primero a uno sub-sahariano. La planificación resultó más fácil de lo esperado y la idea de haber reservado únicamente los lugares de descanso, permitiría explorar con detenimiento los lugares previamente elegidos. En términos generales se requiere de un vehículo y tomar un par de vuelos internos para avanzar en el recorrido.

LA TRAVESIA Y EL PRIMER CONTACTO: El avión salió de Paris dirección Etiopia. Addis Abeba era la ciudad de conexión para llegar hasta Ciudad del Cabo. Era el único vuelo que salía el 1 de noviembre y que se ajustaba a las fechas y al presupuesto. En las primeras siete horas de vuelo no se siente mucho la diferencia, estando en un avión un poco vetusto, pero funcional, casi todo el viaje tuvo lugar en la noche.

La llegada a Addis Abeba permite despejar la mente y accionar el modo vacaciones, no solo por el calor que se sentía en el aeropuerto, sino por la cantidad de personas tan diversas, hablando idiomas que no podía entender, con looks diferentes y a veces coloridos.

La zona de tránsito parecía pequeña, poco confortable para esperar durante dos horas antes de embarcar al destino final. Dos cosas me hicieron recordar mi país, la primera, unos pequeños comercios en donde vendían algunos bienes de primera necesidad, similares a los que se encuentran en las terminales de transporte de las ciudades intermedias.

La segunda ocurrió cuando decidí observar por uno de los grandes ventanales y descubrí que en Etiopia o por lo menos en Addis Abeba, como en Colombia, los muros altos están adornados de alambres de púas para evitar intrusiones. Menos elegantes que las cercas eléctricas, era la primera vez que constataba esas medidas de seguridad en un aeropuerto internacional. Después pensé en los piratas etíopes y otra cantidad de circunstancias que probablemente justificaban esas medidas de seguridad y decidí no concentrar más atención en ese detalle.

Al llegar a Ciudad del Cabo el aire volvió a cambiar. La temperatura no era tan elevada y hacía pensar un poco en un clima templado en donde las ráfagas de viento recordaban que lo mejor era abrigarse correctamente.

De la herencia colonial inglesa, habían heredado el idioma con el que la mayor parte de la población se comunica con el resto del planeta y conducir del lado izquierdo.

Ciudad del Cabo es una ciudad moderna con los rastros de ese pasado colonial presentes en su arquitectura que se debate entre las casas coloridas, los edificios de dos plantas, y al mismo tiempo abrita las estructuras de cemento y de grandes vitrales que se encuentran en toda parte. Las calles de Ciudad del Cabo tienen andenes estrechos y queda claro que el automóvil es el rey.

Al pasear por esas calles pude constatar que los comercios no son exclusivamente destinados al turismo y eso me alegró. Incluso el hecho de entrar a una peluquería para comprar una lima y un cortaúñas, pues mi maleta se extravió, resulto ser toda una odisea. No solo porque en algunos de los comercios a los que entré me miraron de manera extraña, sino porque tampoco me quisieron indicar en donde podía procurarme ese tipo de elementos.

Asistía por primera vez a una reticencia única frente al extranjero y me pareció extraño pero normal. La historia de Sudáfrica está plagada de ejemplos en donde el extranjero ha llegado para transformar los usos y las formas, para aprovecharse, para imponer un sistema, para dejarlos sin nada más que sufrimiento.

El trato era frio y distante, en el hotel como en el restaurante o en comercio. Por primera vez estaba en un lugar en donde el turismo si existe pero el turista no es tratado como un dios. Las personas que realizan oficios en este sector hacen su trabajo de manera responsable y cordial pero sin caer en las zalamerías, ni en el querer vender a costa de todo.

LA MAGIA DEL CABO Y SUS ALREDEDORES: El paisaje de Ciudad del Cabo está decorado por la Table Mountain, una montaña que no termina en pico, sino que tiene una forma alargada como la de una mesa, de ahí el nombre. Este lugar, que es a su vez un parque natural, ofrece la oportunidad de disfrutar de una vista periférica desde donde se puede apreciar la bahía y por supuesto Robben Island.

Robben Island, empezó siendo prisión desde el año 1400 y hasta el fin del etapa colonial holandesa entre 1652 y 1806. Se convertiría temporalmente en un hospital para leprosos durante el siglo XIX bajo dominio colonial inglés, y luego en un sitio defensivo a lo largo de la Segunda Guerra Mundial.  

Durante el Apartheid éste lugar fue destinado a los prisioneros políticos principalmente, quienes además estaban obligados a pagar la pena realizando trabajos forzados, tal como fue el caso de Nelson Mandela, quien estuvo preso allí entre 1964 y 1982. Robben Island siempre ha sido el símbolo en contra la opresión frente a cada uno de los regímenes impuestos: colonial y Apartheid que en ambos casos dividían a la sociedad a partir de la raza, la clase, el género y la etnicidad. Históricamente, los prisioneros recluidos allí persistieron en la lucha por sus derechos y por la libertad, por mantener la dignidad que los guardias estaban obstinados en romper, respondiendo a las lógicas de superioridad y de mantenimiento del régimen del momento.

La península del Cabo tiene mucho que ofrecer. Existe la posibilidad de embarcarse hacia Duiker Island en dónde se pueden observar las colonias de focas en libertad. También se puede aprovechar el día caminando en la reserva natural del Cabo de Buena Esperanza, que realmente marca en encuentro entre el océano Atlántico y el océano Indico. No lejos de éste punto en Simon’s Town, los visitantes dedican horas a la observación de las colonias de pingüinos.

Gracias a una infraestructura vial similar a la de un país desarrollado, la movilidad resulta segura y práctica.

Siguiendo el camino hacia el este del Cabo, se encuentra la ciudad de Hermanus. El atractivo de esta pequeña ciudad radica en el avistamiento de ballenas jorobadas y cachalotes, incluso desde la bahía. Aunque algunas embarcaciones pequeñas están disponibles para seguir el recorrido de estos mamíferos, el día en que realicé el desplazamiento estuvo marcado por una gran masa de viento que impedía a los barcos zarpar.

Las condiciones meteorológicas no entorpecieron el gran espectáculo al que asistiría solo unos minutos después. El juego entre las ballenas y sus crías era visible desde el borde de un camino peatonal que permitía seguir los desplazamientos  de estos animales maravillosos. Al menos tres grupos de ballenas realizaron piruetas durante dos horas. El silencio permitía escuchar la respiración siempre potente y profunda. Los saltos más o menos altos extasiaban a los asistentes, que a diferencia de lo que ocurre en los parques de atracciones se contuvieron para no aplaudir, ni exclamar, ni gritar.

Parecía incluso inoportuno filmar o tomar fotos, pero parecía una pérdida de tiempo cuadrar ángulos a sabiendas de que la ocasión era única y que el mejor recuerdo seria de registrar en el cerebro cada sonido, cada movimiento, cada color y el olor del mar. Después de dos horas de show, las ballenas empezaron a alejarse, como despidiéndose de quienes habíamos ido a visitarlas. Salí de ahí convencida de que son uno de los más grandes tesoros de la tierra.   

Es increíble que a tan corta distancia de Ciudad del Cabo se pueda experimentar ese encuentro con la naturaleza y con una fauna tan variada que parece salida de un gran documental. Como si los sueños que tuve cuando era niña se agruparan en un solo lugar y en tan corto tiempo.  

Al día siguiente al adentrarme en la ruta de los vinos, pude descubrir las ciudades de Franschhoek y Stellenbosch. Esta zona marcada por la presencia de los franceses hugonotes o protestantes que huyeron de su patria después de 1685, crearon todo un complejo vitícola que se perpetua hasta nuestros días. Si bien la calidad del vino es discutible, también es cierto que Sudáfrica se encuentra en el top diez de países productores y la distribución concierne principalmente destinos turísticos de lujo como Isla Mauricio y Seychelles, que se ubican también cerca de Madagascar en pleno océano Indico.

Como en Europa y en Estados Unidos las visitas y degustaciones en los viñedos están a la orden del día. Al visitar estos dos puntos, no pude evitar pensar en los colonos protestantes que se ubicaron en esta zona rica para la agricultura, otro motor de la economía regional. Tampoco pude eludir el hecho de que es una zona exclusivamente blanca y aséptica, tan similar a cualquier pueblo de la Europa occidental.

Con esas preguntas en mente regreso a Ciudad del Cabo para tomar el vuelo que me llevaría a Port Elisabeth, un punto de partida hacia la parte oriental de Sudáfrica.

RESERVAS NATURALES: Concluido el aterrizaje en Port Elisabeth, el objetivo era conducir hasta Addo Elephant Park, una reserva creada para proteger principalmente elefantes, pero que abrita otras especies: leones, avestruces, antílopes, cebras, mandriles y otros tipos de monos, cientos de pájaros.  

Tener el privilegio de dormir dos noches en Addo, me permitió ver desde el coche las familias de elefantes interactuando, protegiéndose, colaborando entre ellas. Estaba claro que quienes estábamos allí éramos unos invitados casuales y que seriamos expulsados si los animales se sentían en peligro.

La inmensidad, el respeto por esos animales tan poderosos que avanzaban a veces en dirección del coche, solo podían hacerme contener el aliento. Con sus pequeños ojos que no parecen adaptados a un cuerpo enorme, se puede llegar a pensar que los elefantes son torpes o errados en su cálculo cuando aparentan marchar más rápido de lo normal. Nada más equivocado, ellos pasaban a centímetros del vehículo, sin siquiera rozarlo, tan cerca como para  poder contemplar la piel arrugada y seca, olerlos y escucharlos respirar. Verlos beber agua en los pozos, tomar el alimento de las ramas de los arboles provoca alegría y a la vez incertidumbre sobre el futuro de esta especie en peligro de extinción.

La vida en el Parque Addo es simple, las consignas de seguridad son claras desde el registro, y las zonas están delimitadas para evitar accidentes. Los horarios de entrada y salida están previstos para no perturbar a los animales y a la vez para garantizar la seguridad de los visitantes. Las cabañas dispuestas para el alojamiento son sencillas y recuerdan la necesidad de cuidar el agua y de no abusar de la electricidad. También está prohibido disponer alimentos fuera de las cabañas pues estos atraen principalmente a los monos, que en estado salvaje están dispuestos a dar un combate por procurarse el alimento. Todo desplazamiento debe realizarse en el vehículo. Los rastros orgánicos de los elefantes a pocos metros del alojamiento recuerdan por qué es imprudente desplazarse a pie. 

Al dejar Addo la ruta prosiguió en dirección a la ciudad de Durban, para lo cual fue necesario tomar otro vuelo desde Port Elisabeth, de lo contrario eso implicaría conducir durante diez horas aproximadamente.

MARCAS DE DIVISION ETNICA: Durban se encuentra en la tierra de los Zulús lo cual permite reanudar con las bases de las tribus africanas. Esta es también una zona de referencia para la migración proveniente de la India durante la dominación inglesa.

A Durban llegaron los esclavos de lo que hoy son India, Bangladesh y Pakistán, para trabajar en los cultivos de caña de azúcar que se encontraban en esta zona, otros pertenecientes a una clase social más elevada, se dedicarían al establecimiento de relaciones comerciales. Aquí llegaría Mahatma Gandhi en 1893 y constataría la discriminación de la que eran (son) víctimas los sujetos indios y negros.

La lucha por la libertad a partir de la resistencia pacífica o movimiento de no violencia, inspiraría a los miembros de la ANC (Congreso Nacional Africano) en el movimiento político que buscaba el fin de la segregación racial impuesto por el Apartheid, y en consecuencia el fin de la dominación blanca. 

Esta ciudad, que hoy en día cuenta con el puerto industrial más importante del país, posee a la vez playas increíbles aptas para kite-surf, surf y las populares inmersiones en jaulas en medio de tiburones blancos y de tiburones tigre.

Otra reflexión cruza mi mente a medida que recorro la ciudad y es la manera en la que está distribuido el espacio de habitaciones, así como las interacciones entre la población. La separación entre blancos- Afrikáners,  los descendientes de los “indios” y los africanos está aún bastante marcada. Los lugares concentran principalmente un solo tipo de población, como si la mezcla no fuese posible. Incluso los barrios que componen la ciudad están organizados en función de estas distinciones[1].

Aunque la ciudad parece organizada e incluso agradable, esas diferencias tan fuertes me hacen pensar en ¿Cómo alguien como yo podría hacer parte de una comunidad de estas, en qué grupo podría sentirme a gusto? ¿Sería posible interactuar fácilmente con las otras comunidades? Lo que sentí en Durban fue la necesidad de pertenecer a una comunidad específica que en principio está en concordancia con los rasgos físicos, pero que luego está marcada por una historia común.

La historia de las comunidades indias y negras estuvo atravesada por la injusticia y por una lucha hacia la libertad que en principio estuvo fracturada por los “privilegios” de los primeros, pero se configuraría a posteriori como un objetivo común .

EN TIERRA ZULU: Saliendo de Durban empiezo a apreciar desde el coche la particular arquitectura de las casas del sector. Siempre hay una pequeña casa en forma de choza contigua a la casa de mayor tamaño.

En principio pensé que podía tratarse de un lugar en donde se almacenan leña o suministros, como un tipo de depósito. Incluso llegué a pensar que se trataba de un cuarto de baño. Pero cuando empecé observar con más detenimiento, descubrí que algunas tenían cortinas y me pareció que era más bien un lugar de habitación. Los materiales de construcción de la “choza” son variados, pero parecía ser un espacio confinado para una sola persona.

Luego un hombre Zulú me diría que estas casas tradicionalmente servían para abrigar a la amante o a la segunda esposa, la tradición de la poligamia está bastante extendida en los pueblos originarios.

Por esta razón las chozas eran construidas en el terreno de la casa, dejando siempre algo de distancia con la casa principal. Me dijo también que para otras personas la utilidad había cambiado y que simplemente estas casas eran un lugar espiritual, en donde se invocaba a los ancestros y se les pedía consejo.  

En el camino hacia Santa Lucia en donde se puede apreciar la vida animal de hipopótamos y cocodrilos que conviven en el lago del mismo nombre, pensaba en esta invasión humana a lugares de fauna silvestre tan increíbles. Esta pequeña población en donde nuevamente no se puede caminar de noche por el alto riesgo de encontrarse frente a un hipopótamo, está lejos de causar pánico en la población local. Los hoteles atesoran fotos de los hipopótamos que en las noches se acercan a beber agua a las piscinas o que vienen a marcar el territorio.

Otros parques naturales rodean Santa Lucia, visité Hluhluwe iMfolozi que protege principalmente rinocerontes, hienas, leones, búfalos y antílopes. Las visitas nocturnas, activan los sentidos porque algunos de los animales son activos cazadores nocturnos. Sin embargo, una nueva pregunta se suma a la lista y tiene que ver con la toma de riesgos innecesarios, que pueden llegar a perturbar la vida de los animales salvajes, a sabiendas que nuestros ojos no funcionan como cámaras infrarrojas o de movimiento como para registrar por ejemplo, una escena de caza. Nuestros sentidos no estan desarrollados para andar de safari en la noche, no podemos anticipar una incursión de un gran gato o el ataque de búfalo, que son los más temidos.

Este tramo nororiental terminaría con la visita a Sodwana Bay, una bahía reputada por su riqueza marina en donde bucear es la actividad más apetecida. La rudeza del mar me enseñaría que a veces es mejor prepararse suficientemente antes de embarcarse, más aun cuando las condiciones meteorológicas no son las mejores.

A veces es mejor no aventurarse en salidas que requieren niveles de experiencia más avanzados y éste es el caso para los buzos que acuden a este paraíso. La playa salvaje con bancos de arena que llegan a las rodillas, las olas del mar que se siguen como muros de una gran pared, hacen que el océano parezca casi impenetrable.

La dificultad de las lanchas rápidas para adentrarse al mar y de los barcos que requieren ser arrastrados por tractores para poder acceder al mismo, reflejan bien las condiciones en las cuales se realizan estas aventuras. En efecto, los fondos marinos son ricos y seguramente en mejores condiciones, la aventura pudo haberse extendido por un periodo de tiempo mayor.

ENTRE MONTAÑAS Y SABANAS: De nuevo sobre la carretera, esta vez en dirección de Johannesburgo, el camino me lleva a Suazilandia, para luego volver al entrar en Sudáfrica, las montañas vendrían a ser parte recurrente del paisaje.

La reserva de Kwa Madwala completaría el recorrido para apreciar el BIG 5 (los cinco grandes) haciendo referencia los cinco animales que se deben poder apreciar en ese tipo de circuitos. La verdad más allá de quererlos marcar en el cuaderno que reparten a la entrada, el gran privilegio es poder observar otros animales desplazarse y actuar libremente: jirafas, guepardos, e incluso los leopardos reposando plácidamente en una roca seguro después de una extenuante noche de caza.

Los movimientos o la manera de fijarse de ciertos animales ante nuestra presencia, siempre en coche, estuvo cargada de adrenalina, producto del temor y del respeto entre especies que no están hechas para compartir el mismo espacio. Los cuidadores y rangers, además de la información sobre la fauna y la flora, siempre tuvieron en mente una comunicación que buscaba sensibilizar sobre la necesidad de proteger esas especies en peligro.

A diferencia de lo que se puede pensar, no habia buses repletos de gente como quien va a un zoológico. Las personas deben permanecer en absoluto silencio y los grupos no superan las cinco personas por vehículo. En algunos casos se puede utilizar el propio auto que debe rodar lentamente, evitar usar el claxon o prender las luces para evitar molestar a los animales. Los horarios y la cantidad de personas autorizadas también están controlados y me parece que existe un esfuerzo real de parte de las autoridades sudafricanas y de algunos particulares por tratar de mantener esas reservas naturales.

Estos sitios no están libres de cazadores, que incluso han logrado matar a los animales dentro de las reservas, poniendo en peligro a las crías y a otros animales protegidos. La estupidez de los humanos que se sienten más poderosos portando pieles de animales, o de quienes utilizan partes de los mismos: cuernos, escamas, colmillos, entre otros para fabricar medicinas tradicionales, indignan al punto de querer exponerlos al escarnio público, ridiculizarlos y castigarlos penalmente por esos comportamientos. Los sudafricanos con pocas fuentes de financiamiento logran asegurar el patrimonio natural, la fauna que muchos otros se han empeñado en destruir.

Avanzando hacia Johannesburgo tuve también la posibilidad de pasar un día en Blyde River Canyon. Las cascadas de agua cercanas ambientan la llegada a un lugar que se asemeja a un paisaje lunar. Los Potholes una formación geológica que se crea a partir de la erosión del agua, diversifican un paisaje que se puede apreciar en varios países que presentan fallas geológicas. Este fue el único lugar que pude recorrer a pie, sin embargo las distancias entre toda esta zona natural están cortadas por vías secundarias, bastantes transitadas, impidiendo disfrutar de un  recorrido a través de un corredor natural.

EL ULTIMO TRAMO: el camino hacia realidades más cercanas: Al continuar por la autopista que conduce a Johannesburgo y que prosigue hasta Pretoria, tres situaciones atrajeron mi atención. La primera estuvo relacionada con los Townships que son visibles desde la carretera nacional.

Este tipo de “barrios – vecindarios – colonias” hacían las veces de guetos para la población negra empobrecida. Los Townships son por definición un lugar en donde los servicios públicos son inexistentes o precarios y las dificultades visibles. En Sudáfrica durante todo el periodo del Apartheid no se podía salir del vecindario sin autorización otorgada por un pase de movimiento que podía ser revocado en cualquier momento. Una persona nacida en un Township difícilmente podía en aquella época y aun en nuestros días salir de él, la movilidad social es prácticamente inexistente.

Si algo pretendía el Apartheid era reducir a las personas negras y evitar que tuviesen cualquier tipo de derecho: a la salud, a la vivienda, a la educación, a tener una vida digna y por supuesto, evitar que pudieran reclamar derecho a la propiedad, a la tierra o adquirir derechos políticos.

Esos Townships que se observan desde la carretera recuerdan que aún con la caída del Apartheid, las condiciones de inequidad y de falta de oportunidades son palpables en la Sudáfrica actual, lo cual se siente con mayor fuerza una vez se ponen los pies en Johannesburgo.

La segunda situación que me pareció relevante fue la contaminación del aire que se sentía incluso dentro del vehículo. Durante el recorrido, observaba también la bruma que cubría el paisaje de manera permanente. En ciertos momentos incluso resultaba difícil trazar el recorrido en la carretera, en razón de la contaminación. No solo los camiones que transitan por esta vía nacional contribuyen a la situación, la explotación industrial de granjas e incluso de centrales termo eléctricas a base de carbón que funcionan en esta zona afectan considerable y durablemente la calidad del aire.

La tercera situación que llamo mi atención se hizo cada vez más palpable a medida que recorría el país en coche. La mayor parte de la población no posee un vehículo de transporte diferente a su propio cuerpo, a sus pies. No es extraño ver a las persones haciendo Auto-stop en las autopistas, ni de ver a las personas caminando al borde de las vías principales o secundarias. Algo que no solo pone en riesgo su propia integridad física, si no de la de quienes conducen un vehículo y pueden impactarlos por distracción o por falla mecánica.

A diferencia de muchos países en desarrollo en América Latina y Asia en donde las bicicletas y las motos juegan un rol esencial en el transporte de poblaciones menos favorecidas, en Sudáfrica no es el caso. A parte de los automóviles, del transporte público: buses y pequeñas camionetas de transporte colectivo, las bicicletas y las motos no están democratizadas. Llama la atención que un país en donde el automóvil es rey y en donde el transporte individual alternativo es prácticamente inexistente, no existan andenes destinados a la locomoción de los peatones.

Finalmente, la última parada de éste viaje en Johannesburgo aunque limitada tenía un gran peso simbólico por los hechos dramáticos que tuvieron lugar en ella. Me refiero al desplazamiento forzado que tuvo lugar en Sophiatown, que fue completamente destruido y cuyos habitantes fueron acogidos en Soweto.

En Johannesburgo se percibe la tensión social en el centro de la ciudad en donde se pueden observar numerosas personas en situación de indigencia, la mayoría dependientes de substancias ilegales como la heroína o el cristal, en donde la suciedad y la miseria son el cotidiano de sus habitantes.

En los vecindarios de clase media y alta se observan los circuitos cerrados de seguridad, y las rejas que cubren ventanas y jardines vienen a complementar la protección de la  propiedad.

De un vecindario a otro se observan diferencias exponenciales en el tamaño de las viviendas, en el tipo de construcción. En los más favorecidos los coches de alta gama son la regla y no la excepción. En otros que podrían llamarse intermedios los pequeños comercios empiezan a ganar un poco de terreno pero la mayor parte de los usuarios son turistas que salen únicamente, y por recomendación de los locales, con lo estrictamente necesario entre los bolsillos.

En otros barrios en donde se observa una población modesta, los habitantes discuten en la calle o en el parque de la esquina.

Pero la experiencia más alucinante en esta ciudad se vive en el Museo del Apartheid, en donde desde la entrada queda claras las huellas de lo que implica la discriminación. En el momento de comprar el billete cada quién podrá tener acceso por una puerta distinta dependiendo de lo que se consideraba como como blanco o no blanco.

Es una experiencia única, dolorosa en imágenes, relatos y sonidos. La representación de las celdas de aislamiento, del proceso de juzgamiento en contra de los líderes de ANC en Pretoria. La descripción sobre las condiciones de detención, sobre los abusos cometidos en los Townships, sobre la lucha de los militantes que a veces desde el exilio seguían haciendo de su causa el trabajo de toda una vida.

Todo el proceso de reconciliación y la cronología de la llegada de Nelson Mandela al poder generan muchos interrogantes sobre el perdón, sobre la memoria y la aceptación de la diferencia del otro.

En un país como éste que aún sufre las heridas del horror colonial y las marcas profundas del Apartheid, ha sido crucial el compromiso del Estado con el acuerdo que permitió la reconciliación entre los sudafricanos, independientemente de su etnia, de su color de piel, de su origen, de la lengua natal, de la filiación política.

Sudáfrica tal vez tenga grandes desafíos por alcanzar en términos de equidad, garantizando  los derechos para las numerosas tribus que han existido milenariamente en su territorio, pero sin duda otorgando un lugar a quienes por generaciones han sido víctimas de la exclusión. El Estado y sus ciudadanos, tienen por delante el reto de no repetición de abusos por parte de una de las comunidades que habitan este gran país.

A lo mejor, el pueblo sudafricano tenga también que hacer frente a objetivos desarrollo económico más equilibrado y menos dependiente de las fuentes de energía tradicionales, que por demás atentan contra sus más grandes tesoros, los saberes ancestrales y su maravillosa diversidad humana y natural. En todo caso Sudáfrica  ha sido uno de los lugares más increíbles que haya podido visitar y disfrutar,  en mi memoria están grabadas muchas cosas que aquí no pude plasmar.  


[1] ALGUNAS PRECISIONES POBLACIONALES: La diversidad de los pueblos negros de Sudáfrica es importante pero no siempre está relacionada con una división étnica. En algunos casos la creación es de orden político y obedece al liderazgo de un líder local que constituyó su propio territorio y su legado, logró perpetuarse en el tiempo. Cada una de las etnias tiene su propia lengua oficial.

Existen dos tipos de grupos los Bantús y los Bosquimanos.

  • En el primer grupo, el de los Bantús existen varias divisiones. Los Ngunis que representan un poco más de la mitad de la población negra sudafricana. Hacen parte de los Ngunis los Zulú, Xhosas, Swazis, Ndebélé.

En el grupo de los Sothos por su parte corresponde a un tercio de la población negra, representados por los Tswana, Sotho del norte y Sotho del sur. 

Menos representativos se encuentran los Tsongas y los Vendas.

  • En el segundo grupo el de los pueblos no bantús se encuentran los Bosquimanos y los Hontentotes o Khöis.

Bajo el título de Afrikáners son designados los descendientes de todos los blancos que se instalaron en Sudáfrica durante varios siglos: holandeses y alemanes, franceses hugonotes y más tarde los ingleses de la época colonial.

Otras poblaciones blancas llamadas por los Afrikáners los Uitlanders – los extranjeros-, son personas que llegaron durante el siglo XIX mayoritariamente provenientes de Hungría y Lituania, algunos judíos europeos que llegaron entre finales del siglo XIX y comienzos del XX y últimamente griegos y portugueses que se fueron instalando después del proceso de descolonización.

Publié par Mi vida en cuatro tiempos

Escribo para responder a la necesidad creativa de compartir reflexiones, aventuras y algunas historias personales. J'écris pour exprimer plein d'idées ou de réflexions qu’occupent ma tête quotidiennement. Ce Blog contient aussi quelques histoires personnelles.

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