Cae el telón manchado de sangre y de dolor, opacando los gritos ahogados de pánico y de gases lacrimógenos.
Se abre el telón que deja ver el horror en su máxima expresión. Ese telón que ocultaba que no tenemos ninguna democracia, ni ningunos derechos humanos que se supone deberían ser respetados.
Cae el telón y aparecen algunos manifestantes desaparecidos, flotando de manera inerte en ríos lejanos o apilados en fosas; como si fuesen menos que los cuerpos enfermos de animales que no merecían una sepultura digna.
Se abre el telón para mostrar que hay personas incapaces de pensar que un cambio de mentalidad es necesario y tal vez posible. Cae el telón aunque muchos deseen recuperar la “normalidad” para producir, gastar y “gozar de libertad”; mientras otros tantos saben que esa normalidad es sinónimo de precariedad, de hambre, de encierro, de ausencia de posibilidades y de poder ser.
Se abre el telón y a las marionetas les resulta imposible esconder por más tiempo los hilos que las manipulan, los intereses que representan y el cinismo con el que avanzan sus mentiras, ante el pueblo que reclama en las calles de Colombia, y ante los medios del mundo.
Cae el telón porque la pantomima a la que han jugado por décadas ya no tiene razón de ser, pues ya sólo la creen unos pocos. El discurso securitario ya no genera calma, sino miedo, zozobra y mucho rechazo ante las muertes impunes de cientos de personas a manos de la fuerza pública.
Se abre el telón cuando muestran su verdadero rostro al impedir que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) entre al terreno para constatar lo que sucede. Aunque se nieguen a aceptar la realidad, el mundo ya lo ha visto a través de las redes y de los noticieros, y de las fotos y de los testimonios, y de todos los textos que describen el horror de los crímenes, la estigmatización de la protesta, la infiltración de las marchas, el silencio de los gobiernos nacional y locales frente la brutalidad policial, y ante las convocatorias de los poderosos para conformar nuevos ejércitos paramilitares.
Cae el telón porque en tus redes y en el discurso de los otros ya aprendiste a identificar las afinidades, los argumentos, las noticias falsas, la desidia, la falta de empatía, el odio y el privilegio. Cae el telón cuando ya entendiste que hay que tomar distancia de ciertas personas y de ciertos discursos que defienden la eliminación del otro, se alegran con su muerte o la alientan descaradamente.
Se abre el telón cuando el racismo primigenio de esa sociedad te lleva a recordar que tú también eres el negro, el indio, el pobre, la puta, de otros y otras que se piensan superiores.
Se abre el telón para revelar que los y las que están afuera desde hace 28 días mantienen su fortaleza, amplían sus demandas y evitan ser instrumentalizados para fines ajenos, que pretenden encasillarlos y graduarlos de vagos, vándalos y de terroristas. Cae el telón porque ellos no se quedaron esperando, no se conformaron, no se callaron ante la desigualdad, la falta de oportunidades, la corrupción, la injustica y el hambre que muchos normalizaron.
Cae el telón cuando no hay nada más que ver, cuando piensas que ya te lo han contado todo, aunque atrás, se esté montando algo nuevo, otro espectáculo que no sabemos aún si valdrá la pena ver, ni tampoco si será digno de ser contado.