Estado crítico …

La influencia de la tecnología en nuestro cotidiano es irreversible, con todo lo que ella acarrea: facilitar tareas, acceder a un mayor volumen de contenido, resolver problemas con solo darle click a un video. El hágalo usted mismo se ha “democratizado” y esa autonomía es ahora más palpable.

El referente, el experto, ha quedado un poco en la periferia, porque con la cantidad de información disponible en un par de clicks, podemos hacer un filtro de lo que creemos es cierto, errado, aproximativo. Algunas personas desconocen, sin embargo, la existencia de algoritmos que terminan por indicar y reiterar un cierto tipo de contenido, que en ultimas termina por enfrascar al consumidor en lo que ya cree, en lo que ya le es familiar, en lo que le genera confianza y placer.

Este estado de cosas que se ha convertido en paisaje, resulta crítico cuando al ejercicio electoral se refiere. La brecha que tenemos unos y otros sobre la información que circula, sobre la instrumentalización de la misma, más aún como parte de estrategias de campaña electoral, no hacen sino evidenciar un problema mayor: el grueso de la población carece de sentido crítico.

A la vez esa masa amorfa llamada sociedad presenta una ausencia absoluta de interés por corroborar o buscar un poco más de información sobre contenidos chocantes, la mayor parte del tiempo bastante mediáticos. Un estado de pobreza mental, como un “Fast Food” intelectual en donde cualquiera accede por medio de sus pantallas a información que se consume sin ningún tipo de análisis.

Esto no sería problemático, de no ser porque esa mayoría va a volcarse a las urnas cada cuatro años. Con abstenciones que superan en general el 40%, no estaría de más considerar, si en efecto esto también resulta de un cúmulo de información o de desinformación, que genera saturación en los individuos, incapaces de discernir lo que es menos peor, para mantener un sistema democrático joven y frágil.

Existe además la brecha generacional, todos hemos ido constatando que la aprehensión inicial de nuestros mayores por la tecnología se ha ido reduciendo. Tal vez no llegan al nivel del candidato presidencial Rodolfo Hernández con su TikTok, pero en todo caso han ido familiarizándose con Facebook, Whatsapp y YouTube.

A mas de uno le habrá dolido la cabeza tratando de explicar que es un video editado, la falta de contexto, las mentiras transmitidas por influenciadores y bodegas. A mas de uno le falta vocabulario para tratar de hacer entender a sus mayores que toda cadena que llega no es necesariamente cierta. A otros les ha costado mas sacar a los padres de registros mediáticos antes confiables y ahora mucho menos, por cuanto los propietarios de esos conglomerados no son otros que grandes grupos económicos que responden únicamente a sus lógicas de negocio.  

La mayor parte de nuestros viejos no es consciente de estar segmentados, de estar sentados entre dos sillas, una parte instalada en esos medios de comunicación que ya no son confiables en términos de calidad informativa, verificación, y en algún grado de pluralidad; y por otra parte reciben constantemente información de los denominados outsiders, la cual no resiste una simple verificación. Si esto ya es así para temas menos transcendentales, la política que de por sí no atrae masas, mucho menos los motiva a querer saber más.

El Estado y sus instituciones están a merced de un pueblo apático, perezoso y sin criterio, harto de que lo gobiernen mal, pero ad-portas de dejarse llevar por el despeñadero por un populista inflado, sin trayectoria ni conocimiento de la ley, y aún peor carente de lo más básico: el respeto por los otros.

La familiaridad que puede generar ver a alguien en algo tan personal como la pantalla de su teléfono móvil resulta irreal cuando esa misma persona se burla abiertamente de la ignorancia de ese pueblo que pretende conquistar y llevar a las urnas a votar por él.

Es verdad que en Colombia, como en muchos lugares del mundo no se nos forma en cultura política, y tal vez por eso seguimos padeciendo gobernantes nefastos, los mismos que no han soltado el poder en 200 años de vida republicana, y que se aterran ante la alternancia y la posibilidad democrática de otro tipo de gobierno. Colombia es el único país de la región en no haber experimentado gobiernos izquierda, ni siquiera en su versión social democrática. El estado crítico en el que se encuentra la nación después de 4 años desastrosos de la presidencia de Iván Duque, puede profundizarse con la ayuda del rey del TikTok.

Publié par Mi vida en cuatro tiempos

Escribo para responder a la necesidad creativa de compartir reflexiones, aventuras y algunas historias personales. J'écris pour exprimer plein d'idées ou de réflexions qu’occupent ma tête quotidiennement. Ce Blog contient aussi quelques histoires personnelles.

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